
Queridos amorosos:
hoy me vas a permitir una pequeña licencia: os voy a contar una historia, la de las brujas modernas.
Las brujas modernas, gracias a Dios, no se parecen en nada a las de los cuentos, al menos físicamente: nada de verrugas, narices aguileñas, espaldas encorvadas, arrugas, ojos tuertos y cara de mala leche. Las brujas modernas son mujeres fuertes, atractivas, cultas y seguras de sí mismas; se reinventan una y otra vez, se reconocen en sus aciertos y en sus errores, son valientes y, como ya os habréis imaginado, están hartas de que se las llame brujas de manera despectiva. Luchan todos los días para hacer valer sus derechos y no se guían por estereotipos, de hecho, se caracterizan precisamente por su maravillosa variedad: lo mismo se manifiestan en el trabajo para hacerse respetar como se atreven a decirle al macho dominante que no van a aguantar ni un desplante más; lloran y ríen a la vez, o pasan de un estado a otro en cuestión de segundos sin miedo a ser tachadas de histéricas. Son madres estupendas (en potencia o en acto), solteras divinas, parejas de hecho, compañeras de sus compañeros, viajan al extranjero siguiendo a su amor y se sorprenden a sí mismas aprendiendo a cocinar. Las brujas de hoy en día ansían encontrar el amor pero ya no quieren ser las princesas de los cuentos, tan sosas y dependientes emocionales. ¡Qué difícil es ser bruja en los tiempos que corren! Este post está dedicado a todas las brujas maravillosas que conozco para que concentren toda su energía positiva en ser felices y utilicen su glamourosa varita mágica para atraer a sus vidas todo el amor que merecen. ¡Feliz noche de brujas!