
Queridos amorosos,
Buscando como siempre la fuente de tantos automatismos que llevan a féminas de todas las edades a la perdición, me estoy dedicando a revisar los clásicos que nuestras madres o nosotras mismas nos hemos metido por vía intravenosa. Historias de amor que hemos asimilado como reales y que no son más que cuentos sin pies ni cabeza. Que suerte tuvieron los chicos, que no tuvieron que crecer escuchando cuentos de hadas. Quizás esa pelota que patalearon hasta la extenuación, les han librado de algunas falsas creencias que nosotras llevamos de serie.
Anoche fué "La Sirenita", de Walt Disney. La fundación Disney debería dedicar parte de sus ingresos a pagarnos el psicoanalista, porque películas como "La Sirenita", nos han hecho levantar nuestras aletas del suelo.
En la película una adolescente rebelde con conchas en las tetas se enamora perdidamente de un humano. Su cuelgue es tal que pacta con la bruja de los mares para convertirse en humana y ver si por esas se liga al príncipe. De hecho desde el preciso instante en que la prota se enamora del príncipe, se obsesiona con él hasta el punto de darle la espalda a sus seres queridos y pasarse las leyes de su padre, el rey Tritón, por la mismísima aleta. Los amigos de la sirena rebelde saben que lo que está haciendo es una locura pero aún así la apoyan a seguir adelante ya que saben que si Ariel (que la chica tiene nombre de deterjente) no se liga al príncipe, a esa persona con la que no ha cruzado una sola palabra, "será una pobre desgraciada el resto de su vida". Después de varias peripecias Ariel se liga al príncipe, se casan justo después de darse el primer beso y se supone que siguen juntos forever and ever.
Pues bien, mantengamos a nuestros pequeños a salvo de semejante terrorismo emocional. Ya es hora de desechar de una vez por todas el concepto de "Una persona que es nuestra única oportunidad para ser feliz". Señores de Disney, revisen esos clásicos, por el amor de Dios!